Las habilidades cognitivas y sociales de los niños se evalúan a medida que ingresan y progresan en la escuela En ocasiones esta evaluación indica que un niño necesita asistencia especial con el lenguaje o para aprender a interactuar con otros. La evaluación y el diagnóstico de un niño pueden ser el primer paso para ayudar a darle a ese niño el tipo de instrucción y recursos necesarios. Pero el diagnóstico y el etiquetado también tienen implicaciones sociales. Es importante considerar que los niños pueden ser diagnosticados erróneamente y que una vez que un niño ha recibido una etiqueta diagnóstica, el niño, los maestros y los miembros de la familia pueden tender a interpretar las acciones del niño a través de esa etiqueta. La etiqueta también puede influir en el autoconcepto del niño. Consideremos, por ejemplo, un niño al que se le diagnostica erróneamente como discapacitado del aprendizaje. Ese niño puede esperar tener dificultades en la escuela, falta de confianza, y fuera de estas expectativas, tener problemas en verdad. Esta profecía autocumplida o tendencia a actuar de tal manera que se haga realidad lo que predice que sucederá, nos llama la atención sobre el poder que pueden tener las etiquetas independientemente de que se apliquen con precisión o no. También es importante considerar que las dificultades de los niños pueden cambiar con el tiempo; un niño que tiene problemas en la escuela, puede mejorar más tarde o puede vivir en circunstancias como adulto donde el problema (como un retraso en las habilidades matemáticas o habilidades de lectura) ya no es relevante. Esa persona, sin embargo, seguirá teniendo una etiqueta como discapacitado del aprendizaje. Se debe reconocer que la distinción entre comportamiento anormal y normal no siempre es clara; algunos comportamientos anormales en los niños son bastante comunes. El diagnóstico erróneo puede ser más preocupante al evaluar las dificultades de aprendizaje que en los casos de trastorno del espectro autista donde las conductas inusuales son claras y consistentes.
Teniendo en cuenta estas consideraciones de precaución, volvamos nuestra atención a algunas dificultades de desarrollo y aprendizaje.
Trastornos del espectro autista
La estimación publicada por el Center for Disease Control (2006) es que aproximadamente 1 de cada 166 niños en Estados Unidos tiene un trastorno del espectro autista. Los trastornos del espectro autista incluyen autismo, trastorno de Asperger y discapacidades generalizadas del desarrollo. Muchos de estos niños no son identificados hasta que llegan a la edad escolar. En 2003, alrededor de 141,000 niños recibieron educación especial a través de las escuelas públicas (Centro para el Control de Enfermedades, 2006). Estos trastornos se encuentran en todos los grupos raciales y étnicos y son más comunes en niños que en niñas. Todos estos trastornos están marcados por dificultades en las interacciones sociales, problemas en diversas áreas de la comunicación, y en dificultad para alterar patrones o rutinas diarias. No hay una sola causa de TEA y las causas de estos trastornos son en gran medida, desconocidas. En los casos que involucran a gemelos idénticos, si un gemelo tiene autismo, el otro también es autista alrededor del 75 por ciento de las veces. Rubéola, síndrome del X frágil y PKU que no ha sido tratada son algunos de los padecimientos médicos asociados con los riesgos de autismo.
Ninguno de estos trastornos es curable. Algunos individuos se benefician de medicamentos que alivian algunos de los síntomas de los TEA. Pero los tratamientos más efectivos implican la intervención conductual y técnicas de enseñanza utilizadas para promover el desarrollo del lenguaje y las habilidades sociales, y para estructurar entornos de aprendizaje que se adapten a las necesidades de estos niños.
El autismo es un trastorno del desarrollo más comúnmente conocido que el de Asperger o los trastornos generalizados del desarrollo. Una persona con autismo tiene dificultades y falta de interés en aprender el idioma. Un niño autista puede responder a una pregunta repitiendo la pregunta o rara vez podría hablar. A veces los niños autistas aprenden palabras más difíciles antes que palabras simples o tareas complicadas antes que las más fáciles. La persona tiene dificultad para leer señales sociales como los significados de los gestos no verbales como un movimiento de la mano o la emoción asociada con un ceño fruncido. También se puede experimentar una sensibilidad intensa al tacto o estimulación visual. Los niños autistas tienen malas habilidades sociales y son incapaces de comunicarse con los demás o empatizar emocionalmente con los demás. Un autista ve el mundo de manera diferente y aprende de manera diferente a los demás. Los niños autistas tienden a preferir rutinas y patrones y se enojan cuando se alteran las rutinas. Por ejemplo, mover los muebles o cambiar el horario diario puede ser muy molesto.
Algunos consideran que el síndrome de Asperger es lo mismo que el autismo de alto funcionamiento. Otros sugieren que el trastorno de Asperger es diferente del autismo en que el desarrollo del lenguaje generalmente no se retrasa (Medline Plus, 2006). Una persona con síndrome de Asperger no experimenta retrasos cognitivos en el desarrollo, pero tiene dificultades en las interacciones sociales. Esta persona puede ser identificada como extraña por otros, puede tener dificultades para leer o identificarse con las emociones de otras personas, y puede preferir la rutina y enojarse si se interrumpen las rutinas. Muchas personas con síndrome de Asperger pueden tener inteligencia superior a la media y pueden tener un enfoque intenso de intereses en un campo en particular. Por ejemplo, una persona puede estar extremadamente interesada y conocedora de los autos. Otro podría estar muy interesado en el olor de los zapatos de la gente.
Trastorno generalizado del desarrollo es un término utilizado para referirse a dificultades en la socialización y retrasos en el desarrollo de habilidades comunicativas. Esto suele reconocerse antes de los 3 años de edad. Un niño con PDD puede interactuar de maneras inusuales con juguetes, personas o situaciones, y puede participar en movimientos repetitivos.
Discapacidades de aprendizaje
¿Qué es una discapacidad de aprendizaje? Los trastornos del espectro que se acaban de describir impactan en muchas áreas de la vida del niño. Y si un niño tiene retraso mental, ese niño suele ser lento en todas las áreas de aprendizaje. Sin embargo, un niño con una discapacidad de aprendizaje tiene problemas en un área específica o con una tarea específica o tipo de actividad relacionada con la educación. Una dificultad de aprendizaje se refiere a un déficit en la capacidad de un niño para desempeñar una habilidad académica esperada (Berger, 2005). Estas dificultades se identifican en la escuela porque es cuando se están probando, comparando y midiendo las habilidades académicas de los niños. En consecuencia, una vez que las pruebas académicas ya no son esenciales en la vida de esa persona (como cuando está trabajando en lugar de ir a la escuela) estas discapacidades pueden dejar de ser notadas o relevantes, dependiendo del trabajo de la persona y del alcance de la discapacidad.
La dislexia es una de las discapacidades más comúnmente diagnosticadas e implica tener dificultad en el área de la lectura. Este diagnóstico se utiliza para una serie de dificultades de lectura. Por ejemplo, el niño puede invertir letras o tener dificultades para leer de izquierda a derecha o puede tener problemas para asociar letras con sonidos. Parece estar enraizado en algunos problemas neurológicos que involucran las partes del cerebro activas en reconocer letras, responder verbalmente o ser capaz de manipular sonidos (Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidente Cerebrovascular, 2006). El tratamiento generalmente implica alterar los métodos de enseñanza para acomodar el área problemática particular de la persona.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad se considera un trastorno neurológico y conductual en el que una persona tiene dificultades para mantenerse en la tarea, detectar distracciones e inhibir los arrebatos conductuales. El tratamiento más comúnmente recomendado implica el uso de medicamentos, la estructuración del ambiente del aula para mantener las distracciones al mínimo, la tutoría y enseñar a los padres cómo establecer límites y fomentar un comportamiento apropiado para la edad (NINDS, 2006).
