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6.3: Llevar la teoría a la práctica- Sentimiento situado a través de la flexibilidad emocional

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    Las concepciones occidentales del cuerpo han tendido a la devaluación y al despido de nuestra carne. Sin embargo, las prácticas orientales son capaces de sostener el desarrollo de tal conciencia somática donde nuestras propias prácticas culturales pueden quedarse cortas. El yoga, como la composición, está en su corazón, una praxis o una filosofía aplicada. Debido a que es una práctica de hacer, una que impone proceso y práctica tal como lo hace la escritura, el yoga armoniza bien con el tenor de la escritura retórica. Lo que más puede importar a las pedagogías de la escritura contemplativa es que el yoga también toma al cuerpo como origen epistémico para que la encarnación se convierta en el medio de conocer, sentir y dar sentido al mundo y no solo a una promulgación física de fuerzas sociales. Ubicarnos en nuestros cuerpos, o desarrollar una orientación corpórea que pueda traducirse en nuestra escritura, es una habilidad útil en el tapete y en el aula. Una orientación corpórea insiste en ver el conocimiento como situado y, por lo tanto, sugiere que así como nos posiciona nuestra situatividad material, los lugares y espacios que ocupan nuestros cuerpos, nos posicionamos también por nuestros sentimientos, que pueden verse como negociaciones entre la agencia de nuestros cuerpos y lo social circulación del afecto en la sociedad. El yoga reconoce no sólo la teoría sino también la práctica del saber y sentir situados.

    Como exploré en mis intercapítulos primero y segundo, la práctica del yoga puede proporcionar a los composicionistas nuevas lentes teóricas y métodos prácticos para enseñar a los estudiantes cómo crear un proceso de escritura encarnada. Mi premisa central ahí fue que el yoga puede mostrar a los estudiantes tanto a nivel metafórico como encarnado, pragmático que nuestra materialidad ayuda a dar forma al significado que hacemos en nuestra escritura. De ello se deduce que la conciencia corporal es una habilidad que puede conducir a sesiones de escritura más exitosas y generativas, así como a una comprensión más profunda del proceso de creación de significados. Y aunque potencialmente podría seguir cualquier práctica contemplativa para desarrollar mi argumento, me concentro en el yoga Iyengar, una rama del Hatha, por mi experiencia con él y por su valor central de adaptabilidad basada en las necesidades y habilidades de los estudiantes.

    He argumentado que las pedagogías de escritura contemplativa feminista se involucran en una epistemología feminista de pensamiento y sentimiento situados. En consecuencia, estas pedagogías se invierten en lograr que los estudiantes practiquen el conocimiento conectado, un modo de saber que es personal incluso cuando el objeto de conocer no lo es (Belenky, et al., 1973, p. 21). A diferencia de los conocedores separados que experimentan el yo como autónomo, los conocedores conectados experimentan el yo como siempre en una relación palmeada con el mundo material y con los demás. La teoría y la práctica del yoga siguen en última instancia un impulso conectivo similar: busca el equilibrio y la integración; reconoce la diferencia pero no la ve como divisiva. Cuando se coloca dentro de la pedagogía de la escritura encarnada, se puede ver que el conocimiento facilitado por el yoga da como resultado la formación de un conocimiento conectado y situado que ve la diversidad como una fuerza generativa equilibrada por un carácter común de la carne. Nuestros cuerpos, literal y conceptualmente, proporcionan la estructura para la conciencia, el respeto y la mediación de la diferencia.

    Parte de esta conciencia implica ser receptivos a los sentimientos situados nuestros y los de los demás, que es una habilidad enseñable en el aula de escritura y necesaria para la vida de los estudiantes fuera de ella. Lejos de promover el solipsismo, atender el sentimiento situado nos sintoniza con los demás y con el mundo exterior de la materia ya que subraya la fisicalidad de nuestros procesos de conocimiento y la idea de que la comprensión es en sí misma material, no simplemente cerebral, en la naturaleza. Arraigados en nuestros cuerpos, también estamos conectados con otras formas de materia. Llamando a la mente muchos de los temas de interconexión del yoga, el filósofo Richard Shusterman sostiene que sentimos nuestros cuerpos en relación con otros cuerpos de la materia:

    Uno no puede realmente sentirse somáticamente sin sentir también algo del mundo externo. Si me acuesto, cierro los ojos y trato cuidadosamente de sentir solo mi cuerpo en sí mismo, también sentiré la forma en que hace contacto con el piso y percibiré el espacio entre mis extremidades. (2008, p. 70)

    Por supuesto, la práctica de la asana nos pide darle sentido a estos sentimientos, tanto sensacionales como emocionales, para entendernos mejor a nosotros mismos y al mundo en el que vivimos. En mi clase de yoga, estos sentimientos también ayudan a construir un sentido de comunidad que vincula los cuerpos individuales a medida que nos movemos y respiramos en armonía, a menudo sincronizando inconscientemente nuestras acciones y sacando un sentido de fuerza y solidaridad unos de otros incluso mientras nos movemos a través de asanas en nuestras propias colchonetas. Linda Adler-Kassner ve el potencial del yoga para enseñar a escritores y administradores de programas la importancia de comunicarse con otros en su libro de 2008, The Activist WPA. Utilizando su experiencia como estudiante de yoga, Adler-Kassner sostiene que el yoga enseña que “[o] tu respiración es nuestra, sí. Pero cuando escuchamos el aliento de los demás y desarrollamos nuestra práctica en concierto con los demás, esa práctica cambia en formas que no siempre anticipamos” (Adler-Kassner, 2008, p. vii). Juntas, estas ideas atestiguan que un giro hacia el yo no cierra a los demás, sino que de hecho puede hacernos más conscientes de nuestra relación con el mundo más amplio de la materia.

    Mis experiencias como yogui sugieren cómo podría traer tal enfoque en el sentimiento situado a mis aulas de escritura. Utilizando el yoga como guía creativa, me gustaría sugerir un enfoque pragmático para atender los sentimientos situados dentro de la pedagogía de la escritura contemplativa, uno que proporcione una hermenéutica positiva y dé viabilidad a su inclusión instruccional. Yo sostengo que debemos esforzarnos por enseñar a nuestros alumnos la flexibilidad emocional, o ser yoguis de sus emociones, para involucrarlos en la producción de los procesos de pensamiento y sentimiento que conducirán al conocimiento situado. Al hacerlo, los estudiantes pueden negociar sus realidades encarnadas en relación con el discurso reflexivo sobre la experiencia que los animamos a desarrollar como parte del proceso de análisis crítico. Se opone a pedirles que trasciendan de alguna manera estas realidades en aras de un análisis textual-social incorpóreo o simple apropiación de una nueva comunidad discursiva. La flexibilidad emocional es parte de un proceso feminista de compromiso crítico e indagación que no cancela el sentimiento y se centra en una noción holística de “ser crítico” en lugar de simplemente pensamiento crítico. Al trabajar a través de una nueva noción de emoción a través de la flexibilidad, espero abordar el problema que Worsham articula en Going Postal, que seguiremos luchando con la inclusión de la emoción en nuestras pedagogías hasta que nos rehusemos a permitir que permanezca “más allá de nuestra disponibilidad semántica” (2001, p. 240). Un medio contemplativo de hablar de emoción puede simplemente darnos el impulso para trabajar a través de sus efectos en nuestras aulas y un lenguaje para compartir con nuestros alumnos. Si el sentimiento situado puede ayudar a guiar nuestras teorías, la flexibilidad emocional puede darnos un medio para hablar sobre la emoción en el aula.

    Desarrollo de flexibilidad en el tapete

    En su libro definitivo sobre yoga, Luz sobre la vida, Iyengar apunta a dos habilidades complementarias necesarias para el desarrollo de la flexibilidad a través de la práctica de asanas o poses: “extensión”, atención a nuestro espacio interior, y “expansión”, llegando hacia los demás y lo desconocido más allá de nosotros . Ambos actos están situados dentro de un cuerpo personal pero enseñan a este cuerpo simultáneamente a ser dirigido hacia adentro y hacia afuera. La extensión y la expansión son acciones interrelacionadas porque para llegar y crear un nuevo espacio, primero debes entender tu propia ubicación, o ser consciente de tu centro, lo que de otro modo podríamos llamar nuestra situación en un cuerpo particular en el mundo. La extensión es la atención a nuestro espacio inmediato, enfocándose en estar en el cuerpo personal. Las acciones de extensión incluyen centrarse a sí mismo a través de la reflexión y desarrollar la conciencia de sus pensamientos y sentimientos. En otras palabras, esta habilidad incluye la reflexión sobre los procesos de saber situado y de involucrarse en el sentimiento situado, acciones que insisten en una atención personal que une la “conciencia sensible del cuerpo y la inteligencia del cerebro y el corazón... [juntos] en armonía” (Iyengar, 2005, p. 29). La extensión nos pide casar las posturas de pensamiento y sentimiento que impregnan la realización de una pose y se practica con atención cuando ambos medios de expresión están equilibrados. Sentir en esta ecuación puede entenderse como, en parte, sensacional, un latido del corazón lento y manos firmes, así como emotivo y conceptual, como sentimientos de paz y receptividad

    Si bien la visión no carece de importancia aquí, sí se destrona de su típica posición de autoridad ya que el yoga reconoce las limitaciones de la vista. Aumentar la flexibilidad a través de la conciencia “es diferente a ver con tus dos ojos normales. En cambio estás sintiendo; estás sintiendo la posición de tu cuerpo” (Iyengar, 2005, p. 29). De hecho, el sentimiento puede ser más poderoso que la vista porque intercambia la receptividad de dos ojos que miran hacia afuera por la conciencia de todo el cuerpo sensible que se pliega sobre sí mismo (a través de la extensión) así como hacia el mundo (a través de la expansión). 25 Cuando practico guerrero III, por ejemplo, no puedo ver la pierna que levanto detrás de mí mientras mi cuerpo se inclina hacia adelante y me equilibro sobre la otra pierna; ni puedo ver siempre si mis brazos extendidos son paralelos al suelo —si trato de mirar detrás de mí, pierdo el equilibrio. En cambio, debo aprender a través de la práctica a sentir el posicionamiento de mi pierna detrás de mí y a usar mis sentimientos como guía de cómo maniobrar mi cuerpo en el espacio. Para encontrar el equilibrio, necesito ser consciente de las sensaciones de la pose, las emociones que la pose llama y las formas en que mi intelecto procesa esta entrada corporal y el lenguaje la captura y la da forma. Es un puente de cuerpo, cerebro y corazón para que me experimente como arraigado dinámicamente, ya que los medios de este puente cambian momento a momento a medida que tomo el mundo exterior con mi aliento y me libero con mi exhalación. Los actos de extensión nos arraigan en el cuerpo personal, ayudándonos a entender nuestra inmediata colocación material-semiótica y a proporcionar un camino hacia la autodeterminación, pero no deben completarse solos.

    La expansión complementa la extensión porque va más allá del centro percibido del yo. El cuerpo se despliega y la energía fluye hacia afuera. Las acciones de expansión incluyen la experiencia de crear espacios en nuevas direcciones; una apertura del cuerpo interno y expandirse a la experiencia de lo externo. Usando un ejemplo concreto de expansión para mostrar cómo funciona junto con la extensión para promover la conciencia y aumentar la flexibilidad, Iyengar afirma, “Cuando la mayoría de las personas se estiran, simplemente se estiran hasta el punto al que están tratando de llegar, pero se olvidan de extenderse y expandirse desde donde están. Cuando expandes y extiendes, no solo estás estirando a, también estás estirando desde. Intenta sostener tu brazo a tu lado y estirarlo. ¿Todo tu pecho se movió con él? Ahora trata de mantenerte centrado y extiende tu brazo hasta la punta de tus dedos... ¿Te diste cuenta del espacio que creaste y la forma en que te estiraste desde tu núcleo?” (Iyengar, 2005, pp. Luz 33-34). Invito a mi lector a probar este ejercicio. El espacio creado a través de este estiramiento es el espacio para nuevas ideas y fronteras transgredidas. Experimentamos nuestros límites de manera diferente cuando nos expandimos; porque cuando solo nos extendemos, podemos sentirnos limitados por la longitud de nuestro alcance. Pero, cuando también nos expandimos, reconocemos que podemos estirarnos mucho más de lo que pensábamos inicialmente; creamos una nueva apertura. Como muestra este sencillo ejercicio, en realidad creamos más espacio al ser conscientes de nuestros cuerpos y centrados en ellos en lugar de simplemente llegar sin pensar en el origen encarnado de ese movimiento.

    En guerrero III, la expansión me anima a llegar a mi pierna fuera del centro de mi cuerpo, pero la extensión me recuerda a aterrizar el estiramiento en la resistencia que creo presionando mi coxis en mi pelvis en lugar de llegar a mis brazos lo más adelante posible. Una lección que vuelvo a aprender cada vez que practico es que llegar sin pensar y sin extensión consciente empujará demasiado peso sobre la bola de mi pie de pie y no lo suficiente en mi talón, haciéndome inclinar hacia adelante. Sin un sentido equilibrado de sí mismo, no puedo llegar a lo desconocido. En cambio, debo sentir que mis brazos crean espacio contra el tirón de resistencia de mi pierna en dirección opuesta como si estuviera pellizcando una banda de goma con dos dedos y atendiendo a esos dedos tanto como la sensación de tirar de la banda elástica en dirección opuesta. Esta pose me hace entender la importancia de sentirme centrada en mis caderas y en mi medio cuerpo para que pueda llegar más allá del centro sin perderme por el bien del movimiento mismo; es una acción consciente. La forma atenta hace que esta pose sea una experiencia liberadora al mismo tiempo que una arraigada, dependiente literalmente de la estabilidad de mi pierna erguida como si se tratara de un tronco de árbol hundiendo raíces en la tierra, una visualización imaginativa que uso a menudo. Literalmente y metafóricamente, este tipo de movimiento aumenta la flexibilidad al mismo tiempo que exige que sigamos siendo responsables ante los límites de nuestra carne.

    Flexibilidad Emocional en el Aula

    La extensión y expansión son términos útiles para trabajar a través del tipo de flexibilidad emocional que podríamos guiar a nuestros estudiantes a desarrollarse como parte del proceso retórico encarnado del conocimiento contemplativo. Enseñar extensión emocional implicaría ayudar a los estudiantes a extender la conciencia sobre sus estados emocionales mientras escriben y las formas en que sus cuerpos hablan a través de sus sentimientos. Los estudiantes pueden ser guiados para articular sus sentimientos situados y el conocimiento personal que ha sido moldeado y ayudado a dar forma a esos sentimientos a su vez. En mis clases, he utilizado blogs reflexivos como espacios de diario de bajo riesgo donde los estudiantes pueden expresar sus sentimientos y explorarlos en relación con lo que estamos aprendiendo en clase así como el significado que crean a través de su escritura. También les pido que reflexionen sobre el esfuerzo emocional del propio proceso de escritura, animándolos a la perspicacia metacognitiva. Como detallé en un capítulo anterior, completar una práctica regular de asanas como parte del proceso de composición en sí ayuda a los estudiantes a sintonizar sus sentimientos, sensacionales y emocionales, con el fin de obtener una mejor idea de lo que toman en su escritura y cómo ciertos temas pueden incitar a sentir respuestas que pasan a la página. Estas acciones de entregarse no fomentan el egocentrismo. La reflexión sobre los estados emocionales personales desarrolla flexibilidad y no simple solipsismo porque los estudiantes pueden aprender a ir más allá de la autoconciencia paralizante y concentrarse en explorar cómo se sienten y no lo que otros podrían estar pensando o cómo creen que deberían sentir. Esto valida a los estudiantes, dándoles agencia para dar sentido a sus experiencias a la luz de los demás y garantiza un proceso retórico invertido en la creación de nuevos conocimientos y no en una exploración de ideas ya formadas por autores publicados, expertos.

    Es precisamente este impulso agentivo el que genera el argumento de Hindman en Making Writing Matter donde argumenta en contra del statu quo teórico lo que insiste en que nuestras realidades retóricas son más importantes o genuinas que nuestras realidades encarnadas. En este artículo, Hindman utiliza su propia experiencia vivida como alcohólica para argumentar contra ideas tan “expertas” ya formadas que nuestras identidades son construcciones ideológicas que nos interpolan en ciertas narrativas maestras. En cambio, insiste en que no está dispuesta a trascender el cuerpo que sabe que tiene una realidad fuera del discurso; que la retórica del alcoholismo ayudó a definir una realidad encarnada que estaba viviendo mucho antes de que alguna vez pusiera un pie en una reunión de AA y comenzara a aceptar su lenguaje de recuperación. Hindman admite que cuando se construye a sí misma como alcohólica, se está sometiendo a un discurso, pero sostiene que se trata de una elección empoderadora, o una “manera en la que podría esperar escapar de los aspectos físicos deterministas y sombríos” de ser alcohólica (2001, p. 99). En otras palabras, al elegir controlar lo que significa ser alcohólico y tomar el lenguaje que etiqueta para habilitarlo, Hindman crea una especie de agencia encarnada dentro del lenguaje. Su cuerpo es una fuente de agencia y poder, lo que le permite escapar de la comprensión dominante pero negativa del alcoholismo y reconocer el papel de su carne en la toma de sentido y, sobre todo en este caso, en el proceso de revisión (es decir, su revisión de la narrativa identitaria del alcohólico). En la medida en que veamos a nuestros propios estudiantes como “alcohólicos en recuperación” que abusan de las comodidades del status quo ignorando las formas en que podrían ser interpolados por sus culturas y sociedades y confiando demasiado en el discurso emocional en lugar del alcohol, podemos tratarlos como temores de Hindman: como peones de ideología que necesitan ser enseñados a apropiarse de las teorías de los expertos para completar el análisis social inteligente. La incorporación de la atención a la extensión puede incentivar el desarrollo de una flexibilidad emocional que valide sus sentimientos encarnados. A su vez, pueden entrar en comunidades discursivas como cuerpos con resistencias, la primera de las cuales es sentirse a sí misma.

    Aun así, para equilibrar este acto de entender sentir como residente en nosotros, como parte de nuestro tejido corpóreo como seres encarnados, también necesitamos enseñar a los alumnos a ver la emoción como aquello que los conecta con las estructuras sociales, o cómo afectan las obras entre culturas e individuos además de dentro de los individuos. Es decir, cómo el sentimiento espacializa nuestro cuerpo en relación con otros cuerpos del mundo mediante la creación web a través de conexiones. Como resultado, el sentimiento es una forma tangible de localizar nuestras prácticas de creación de conocimiento. Cuando vemos el sentimiento como un marcador habilitador del conocimiento local, atendemos cómo nuestras relaciones afectivas con el mundo son mapeando prácticas que se materializan en las interacciones sociales de los cuerpos, lo que perturba categorías fáciles de privado y público e interior y exterior. A su vez, comenzamos a respetar las formas en que debemos aceptar la apertura de sus definiciones, rechazando duras y rápidas delineaciones entre ambas. Encontrar comodidad en el cierre es un acto de desdoblamiento o inflexibilidad.

    La expansión emocional es útil aquí porque nos empuja de maneras nuevas, a veces incómodas y nos da medios para ver cómo funciona la circulación social de la emoción entre los cuerpos. Debemos renunciar al control, para impulsar una flexibilidad de pensar y sentir con los demás y más allá del yo insular. La vulnerabilidad se convierte en fuerza para quienes se acercan y el aumento de la autoconciencia suele ser un resultado inesperado. El famoso instructor de yoga Rodney Lee afirma esto elocuentemente diciendo: “Creo que estamos haciendo yoga para que podamos ser lo suficientemente fuertes como para ser frágiles... No creo que el yoga sea para evitar que te sientas frágil. Creo que es para permitirte ser conscientemente frágil pero aún así sentir, 'Estoy bien con esta fragilidad” (2002, p. 4). Enseñar a los estudiantes a considerar seriamente las ideas de sus compañeros ayuda a lograr este fin. He tenido estudiantes que practican la escucha contemplativa en respuestas escritas a compañeros que no estaban de acuerdo con sus ideas, pidiéndoles que le respondieran a sus compañeros de manera que intentaran respetar la disensión y trabajar con ella en lugar de simplemente negarla. Incluso más que esas estrategias por sí solas, introducir la imaginación encarnada como método para el proceso de indagación en los estudios de composición, uno que toma su linaje del feminismo y una tradición oriental del yoga que desafía las dualidades jerárquicas y busca la integración en su núcleo, puede mostrar a los estudiantes cómo estirarse sin negarse ni herir a sus seres encarnados en el proceso. Enformo la teoría contemplativa del sentimiento situado que se presenta aquí en el siguiente intercapítulo explorando cómo se traduce al aula y da sentido a una práctica de control de la respiración, o pranayama, en el aula de escritura contemplativa.