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7.2: Flexibilidad Emocional

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    Daniel Goleman es quizás el teórico popular más conocido de las emociones en la educación y el lugar de trabajo. De gran interés para los educadores son las teorías de Goleman sobre la inteligencia emocional, definidas como “maestro [y] del reino emocional” (1995, p. xiii). En su libro, Inteligencia emocional, Goleman reclama linaje de las teorías de Howard Gardner sobre las inteligencias múltiples pero falla a Gardner por centrarse en elementos cognitivos en sus categorías con exclusión de los sentimientos. Goleman describe la inteligencia emocional, llamándola un subconjunto de las inteligencias personales de Gardner, como la conciencia de un individuo de las emociones propias y de los demás hacia los fines del autocontrol y la gestión de los encuentros emocionales con los demás (1995, p. xiii). Para demostrar la importancia de la inteligencia emocional, Goleman pasa mucho tiempo trabajando en escenarios de casos para resaltar los beneficios de abordar las habilidades emocionales en el lugar de trabajo y en la educación. Cree que la inteligencia emocional actúa como corolario del coeficiente intelectual de manera que si bien este último está aparentemente fuera de nuestro control, trabajar para “dominar el reino emocional” (1995, p. xiii) brinda “una mejor oportunidad de usar cualquier potencial intelectual que la lotería genética pueda haber dado a [nosotros]” (1995, p. xii). Dentro del modelo económico de Goleman, enfocado en entendimientos tradicionales del éxito en el trabajo y la escuela, las emociones se convierten en una habilidad del capitalista que busca sacar tanto provecho de sus relaciones financieras como de las personales.

    Si bien es ampliamente popular, el término de Goleman es demasiado problemático para su inclusión en la pedagogía de la escritura contemplativa. Primero, aunque admite que lo emocional y lo racional suelen trabajar juntos en armonía, Goleman las ve en última instancia como “dos mentes” que funcionan como “facultades semi-independientes” (1995, p. 9), lo que problemáticamente da la impresión de que la comprensión a veces puede estar desprovista de emoción. Esta separación contrasta con una comprensión contemplativa de la emoción como una forma orgánica de la energía de nuestro cuerpo para que no podamos dejar de sentir más que dejar de respirar (Iyengar, 2005, p. 82). En segundo lugar, la teoría de Goleman tiende a ignorar la diferencia y se centra más en promover la asimilación en un mundo dominado por los hombres y cortadores de galletas. El suyo es un mundo de capitalistas que buscan ganar la mayor cantidad de terreno posible, lo que lamentablemente reduce la inteligencia emocional al nivel de una mercancía. Aquí, se ignora el género, a menudo junto con otros factores de situatividad como la clase y la raza. Posicionado dentro del capitalismo patriarcal, el término de Goleman carece de atención a la diferencia y la diversidad y se fija en el autocontrol singular de las emociones, que a su vez están feminizadas; con ello construye la inteligencia emocional como un sitio de control social masculinizado donde las ganancias radican en “crear 'suave' y relaciones laborales eficientes” (Boler, 1999, p. 61).

    En mi último capítulo, introduje la flexibilidad emocional como medio para abordar el trabajo de sentir en la pedagogía contemplativa. Aquí, sugiero que cambiemos la charla de inteligencia emocional por flexibilidad emocional. El término de Goleman tiende a denigrar la conciencia emocional al nivel de una mercancía, que puede desplegarse para ganancias capitalistas. Debido a que rechaza el linaje de términos tan problemáticos y brota en cambio de una tradición de mindfulness yóguico que es paralela a las teorías feministas del conocimiento conectado y situado, la flexibilidad emocional es más esperanzadora y es consciente de la diferencia encarnada. A diferencia de la inteligencia emocional, que funciona dentro de un rango genético que nos otorga el destino o la voluntad divina (Goleman, 1999, p. xii), abordo la flexibilidad emocional como una habilidad que se puede cultivar, enseñar y aprender, así como la flexibilidad se enseña y desarrolla en el estudio de yoga. En efecto, al utilizar actos contemplativos como el pranayama como herramientas de escritura, mis alumnos crecen hasta convertirse en yoguis de escritura de sus pensamientos y emociones. Es decir, nuestra práctica de respiración consciente en el aula ayuda a mis alumnos a desarrollar la flexibilidad emocional que pueden usar para convertirse en escritores más generativos y reflexivos que son fuertes y resistentes frente a las emociones negativas y reflexivos y compasivos en sus intentos de comprender y utilizar el significado potencial de sentir en sus procesos de composición.

    Nuestros sentimientos, ya sean inspirados por las ideas y recuerdos sobre los que estamos escribiendo, generados por el propio proceso de escritura, o producidos por las respuestas de nuestro cuerpo e inteligencia orgánica, energizan nuestra escritura. Me gusta como lo pone Iyengar: “La misma palabra, inspiración, que significa tanto respirar como captar un sentimiento en forma de idea, expresa la forma en que se carga el cerebro durante la inhalación” y nos recuerda el papel del cuerpo en la creación de significados (2005, p. 75). Iyengar da cuenta de lo que podríamos llamar conocimiento sentido después de la exploración de Sandra Perl del sentido sentido sentido, o el “conocimiento del cuerpo antes de que se articule en palabras” (2004, p. 1). Si Iyengar da cuenta de las formas en que se encarna la invención, lo hace vinculando la respiración y la emoción. Según el yoga, enfocarnos en la respiración, prana o fuerza vital y energía, nos hace atentos a nuestros sentimientos (y así capaces de remodelarlos). Un enfoque en el prana también estabiliza nuestra mente al devolverla al diálogo con nuestro cuerpo, conectándonos con el resto del mundo material, a su vez. En los términos más simples, el prana nos sitúa. Y debido a que el prana nunca está quieto sino que fluye entre todos los objetos materiales, esta situación es dinámica. El acto mismo de la inhalación confunde los límites entre el yo y el medio ambiente, insistiendo en una interrelación de toda la materia. La inhalación, por lo tanto, literalmente nos abre a nuevas posibilidades y formas de ser y pensar que están en constante cambio, enseñándonos paciencia ante el cambio. Como recuperar el aliento afuera en un día ventoso o lidiando con la evolución del significado a lo largo de sucesivos borradores de escritura, debemos aprender a responder a nuestros entornos siempre cambiantes.

    Si el conocimiento situado, en su mejor momento, está en sintonía con las formas en que nuestra colocación social y material nos ubica en el mundo de manera particular, entonces el pranayama, o la práctica de respiración y conciencia enfocadas, representa cómo ambos nos entregamos a nuestros entornos y cómo también nos ejercemos en estos ambientes mientras los filtramos a través de nuestros cuerpos, cambiándolos a ellos y a nosotros mismos. Por el acto engañosamente simple de respirar, entonces, mis alumnos aprenden a encarnar y promulgar la indagación reflexiva y reflexiva en el corazón de la imaginación encarnada y a aplicarla a sus propios procesos de escritura. Como imaginadores encarnados, los estudiantes se unen a las dimensiones sociales, emocionales y corporales del saber y de hacer sentido. Acercarse al sentimiento a través de lo contemplativo significa que lo entendemos como, en parte, sensacional, un latido del corazón lento y manos firmes, así como emotivo y conceptual, como sentimientos de paz y receptividad para la próxima discusión y lección.

    La flexibilidad es la capacidad de doblarse sin romperse; de manera similar, cuando se aplica a nuestras emociones, es la capacidad de equilibrar el peso de nuestras respuestas emocionales y la necesidad de acomodar a los demás. Los yoguis solo pueden estirarse en la medida en que puedan mantener el equilibrio; estirarse sin importarnos nuestro propio posicionamiento nos hará caer. La respiración consciente nos ayuda a tomar conciencia de esta necesidad de equilibrio y puede enseñarnos a alcanzarlo a través de nuestros cuerpos y ejercerlo en nuestras actividades mentales y físicas. Para encontrar este equilibrio, o para volvernos emocionalmente flexibles, debemos aprender a emparejar los movimientos de extensión y expansión. Iyengar explica que la extensión requiere atender nuestro espacio interior y la expansión requiere llegar hacia los demás y lo desconocido (2005, pp. 33-34). El núcleo literal de ambos actos es el centro.

    La respiración es un excelente ejemplo del acoplamiento de extensión y expansión, aprendida a nivel de nuestros cuerpos. Durante la inhalación, nuestros pulmones se expanden y traemos el mundo exterior a nuestro cuerpo, permitiendo que nos afecte, a menudo de formas que quizás no predecimos inicialmente. A medida que respiramos, literalmente y metafóricamente asimilamos y procesamos lo nuevo, o aquello que etiquetamos como “otro” porque existe fuera de nosotros mismos. Si “[i] nhalación engulle todo el cuerpo, expandiéndose de centro a periferia” (Iyengar, 2005, p. 75), entonces la extensión ocurre a su vez: “[d] urante exhalación, la marea retrocede, retrocediendo hacia el centro” (Iyengar, 2005, pp. 75-76). Porque mientras exhalamos, nos movemos hacia adentro hacia nuestro centro, reenfocándonos en el yo, incluso cuando ese yo ha sido cambiado y moldeado por el nuevo aliento que circula dentro de nuestro cuerpo interior hasta que también se libera y el proceso comienza de nuevo.

    La respiración consciente, o pranayama, se convierte en una práctica y una herramienta para enseñar flexibilidad emocional en el aula de escritura porque pide a los escritores que presten atención a cómo se siente el cuerpo y qué hace el cuerpo para desarrollar hábitos de escritura que apliquen la fuerza y flexibilidad del yogui a el proceso de escritura. En pocas palabras, la flexibilidad se logra cuando los escritores pueden practicar tanto la autodireccionalidad interna como la otra/externa y equilibrar los dos movimientos en sus composiciones y sus procesos de composición. Aquí, el cuerpo se utiliza como bisagra para nuevas formas de pensar sobre la escritura y nuevas formas de escribir, o realmente participar en el proceso de composición. En lugar de cerebros en cubas, los estudiantes escritores en este paradigma se entienden mejor como escribir yoguis, como cuerpo-corazón-mentes que utilizan a sus seres físicos como laboratorios de escritura, o como sitios vividos para la práctica e investigación del proceso de escritura y creación de significados (promulgando la expectativa invocada en mi epígrafe). La respiración consciente se convierte así en una práctica integral para los instructores que desean avanzar pedagogías de escritura encarnadas que buscan reincorporarse al potencial de hacer sentido tanto del pensamiento como del sentimiento a medida que se unen en el cuerpo físico de la escritura. Imaginar y promulgar la escritura como un proceso situado y encarnado atendiendo a la respiración invita específicamente a los estudiantes a pensar en cómo el cuerpo es integral del proceso de composición y cómo la relación entre pensamiento y emoción da forma a los tapices de palabras y significados que crean los escritores.

    La flexibilidad emocional se convierte en una alternativa viable a otros conceptos pedagógicos de la emoción ya que autoriza el sentimiento al mismo tiempo que considera esos sentimientos en el contexto de perspectivas externas, ambigüedad y posibilidad. De hecho, los modelos tradicionales de indagación y análisis crítico pueden fortalecerse al acoplarse con actos feministas de flexibilidad emocional. Con demasiada frecuencia la estructura de “reclamo más razones” que gobierna el argumento académico busca una especie de cierre hueco y alienta a nuestros estudiantes a “ir a lo seguro” con temas de superficie que pueden o no complicar, desafiar o confirmar creencias y valores encarnados. Así como a menudo queda poco espacio para que los estudiantes exploren ideas que amenazan a sus identidades, las cuales están profundamente ligadas a creencias y sentimientos encarnados. Dentro de las pedagogías contemplativas feministas, sin embargo, la emoción se convierte no simplemente en un tema de indagación crítica, sino en un proceso de indagación misma Enseñar a los estudiantes a rastrear en su escritura el enredo del sentimiento y el pensamiento situados y fomentar el desarrollo de la flexibilidad emocional puede incitarlos a entretener nuevos puntos de vista seriamente sin la amenaza de tener que divorciarse de su carne capitulando ante ideas expertas o permaneciendo acríticamente arraigados en los suyos.

    Aunque no sea una práctica estándar prestar atención a la respiración durante el proceso de escritura, entender la atención plena meditativa como una cartilla para el proceso de aprendizaje no es tan esotérico como pudo haber sido incluso hace algunos años. Con la proliferación de retiros de yoga para escritores y el surgimiento de la educación contemplativa y organizaciones que promueven pedagogías conscientes en la educación superior como el Centro para la Mente Contemplativa en la Sociedad, muchos educadores han aceptado las formas en que la contemplación y la práctica del mindfulness, como meditación y pranayama (que es una especie de meditación centrada en la respiración más que en un mantra), pueden desplegarse con éxito como parte de un proceso de aprendizaje holístico que vincula el cuerpo y la mente. Apreciar el aliento “tal como es” mientras aprende a dirigir sus energías hacia donde uno quiere que esté es pragmático en el aula de escritura, en particular, porque enseña a los alumnos que deben comenzar donde están, o que reconocer su realidad actual es necesario para avanzar hacia nuevas imaginaciones encarnadas que unifican los deseos del cuerpo y las energías de la mente. En la página, estas acciones pareadas representan una fusión de lo crítico y lo creativo que caracteriza los tipos de escritura más socialmente viables y personalmente satisfactorios que nuestros estudiantes pueden producir. Enseñar la atención plena a través de la respiración cultiva un ambiente de bienestar que beneficia también a los maestros. Como señala Repetti, “[l] el profesor que meditó con los alumnos está apoyando no sólo a sus alumnos sino a sí misma contra el agotamiento docente y otros males que amenazan la motivación a diario” (2010, p. 11).


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