5: Variaciones en la calidad de la práctica de los caminos

Este capítulo se aparta un poco de la orientación de los capítulos anteriores. Se retoma el tema de la variación en la calidad de la práctica de las diferentes formas de ser religioso. “Calidad de la práctica” se refiere al mérito o valor de una determinada expresión de la práctica religiosa, cuán merecedora es de respeto o falta de respeto, considerada en términos de la búsqueda tradicional de esa manera de ser religioso en la que se da. Si bien antes se ha aludido a la variación en la calidad de la práctica, prácticamente toda discusión sobre las formas de ser religioso hasta este punto ha sido generalmente neutra y los juicios de valor o mérito han sido suspendidos deliberadamente.

La suspensión del juicio evaluativo característico de un enfoque fenomenológico del estudio de la religión tiene un propósito determinado y bien definido: permitir una comprensión verdaderamente empática de los fenómenos religiosos sin distorsiones por prejuicios evaluativos. Como se explicará más adelante, ese enfoque no pretende descartar el juicio evaluativo. Se pretende más bien permitir un juicio más discriminatorio, juicio que haga justicia más plena a los fenómenos y a las personas involucradas en ellos al excluir el juicio basado en presuposiciones ajenas a los fenómenos. El propósito de este capítulo es indicar cómo se puede hacer la transición de la comprensión empática a un juicio más discriminatorio (en ciertos aspectos limitados) y cómo se ve ayudado por el marco de las formas de ser religioso.

En efecto, como autor de este texto, estoy pidiendo a los lectores que desarrollen sus propios poderes de juicio discriminatorio, que se decidan sobre instancias dadas de diferentes tipos de práctica religiosa sobre la base de un conocimiento empático de ellos de dentro. Uno puede o no estar totalmente de acuerdo con algunas de las caracterizaciones, pero las ofrezco sobre la base de criterios genéricos que creo que son reconocibles por los iniciados y que se puede demostrar que son así, es decir, los ofrezco sobre la base de lo que antes he llamado sentido común religioso. Cuando se trata de estos asuntos, no solo nos quedan tradiciones separadas de fe y sistemas de valores individuales. Se trata de criterios de sentido común que existen entre nosotros, por así decirlo, que no son simplemente una función de compromisos específicos de fe. En consecuencia, en la medida en que los lectores puedan estar inclinados a estar en desacuerdo con algunos de los juicios que ofrezco tentativamente, los invito a determinar si su juicio es tan empáticamente discriminatorio como he buscado que el mío sea y esté fundamentado en un sentido común religioso mutuamente reconocible. Yo reclamo ninguna finalidad a mis propios juicios al respecto, y cada uno de ellos está abierto a críticas, correcciones y revisiones. El punto es llegar a conclusiones para lo que podemos establecer como buenas razones independientemente de la preferencia personal y de los supuestos ^o teológicos específicos.

A partir de una discusión sobre juicios generalizados y no discriminatorios de naturaleza estereotipada, introduzco el concepto de juicios evaluativos hechos desde dentro de una tradición de variaciones en la calidad o mérito de la práctica religiosa. Distinguiré entre criterios de juicios que son específicos de una tradición (siendo especificados de manera única por sus fuentes autorizadas) y criterios de carácter genérico de sentido común que en principio pueden ser compartidos por personas de otras tradiciones. Entonces ofrezco una justificación del cambio de descripción a evaluación que esto implica. Después de esto doy una caracterización de virtudes o excelencias de la práctica y vicios o degeneraciones de práctica por cada forma genérica de ser religioso.